Tuesday, January 11, 2011

La sangre que nos une: Carta a mi padre.



Querido Fernando,

Hoy día primero del año 2011 no dejo de pensar en tus palabras de ayer durante la cena:

"Brindemos por el México de antes, que era mejor. Ahora el país está peor que nunca. Los últimos 10 años han sido terribles y no se le ve fin a este laberinto de violencia"

Las he escuchado de ti antes, cada vez con más frecuencia. Sin embargo, decirlo la noche de ayer tuvo un sentido distinto. Fue en el momento en el que todos hacen el recuento del año y de sus días; justo cuando la tradición indica que debemos hacer un voto de esperanza por un año nuevo mejor.

Me gustaría decirte que no es para tanto, que nada está perdido mientras podamos respirar y más cuando disfrutamos de una cena y de un buen vino.
Trato de decírtelo, pero no puedo, pues a pesar de que estamos aquí, de que tenemos un sustento y un techo que muchos desearían tener; a pesar de todas estas bendiciones, la tristeza de tus pensamientos y la dignidad de convertirlos en palabras mientras todos festejan me inquietan y no me dejan estar en paz.

El mensaje estaba ahí: Celebremos porque estamos juntos, pero no olvidemos que hay un enfermo en casa. Y ese enfermo se llama México.

Las preguntas me toman por asalto: ¿En realidad estamos peor que antes? ¿decir esto es una exageración ? Me cuesta trabajo rebatirlo, la estadística es clara.

¿ O será que las personas siempre creemos que el pasado fue mejor, simplemente porque ya no está para compararlo con el presente? Probablemente algo hay de eso, la verdad es que no lo se de cierto.


Tú viviste el autoritarismo. La corrupción que pacta con la delincuencia para mantener la " pax priísta" ( recordando la pax romana ).
A mí me ha tocado vivir en el " Estado fallido", incompetente, pero también corrupto.

A ustedes, queridos padres, les tocó el Estado que tenía todos sus brazos comprados: sindicatos, recursos petroleros, sistemas electorales.
A nosotros, nos tocó el Estado incapaz de mover un sólo brazo porque todos los tiene vendidos.

A ustedes les tocaron los ladrones con guantes, los que no dejaban huellas. Los que usaban antifaz y querían ser invisibles.
A nosotros nos han tocado los delincuentes armados hasta los dientes, que cortan cabezas y hacen " corbatas colombianas" . Los que quieren ser vistos, ser estrellas en los medios, tener nombre artístico y dejar huellas de sangre a su paso.

A ustedes les tocaron los que robaban y gastaban el botín "a sus anchas". Tenían su "loma del perro" y su "Partenón"
A nosotros nos han tocado los que roban y con ello hacen inversiones a mediano plazo para seguir robando a la ciudadanía ( segundos pisos con cuota, terrenos federales convertidos en zonas residenciales, entre otros redituables etcéteras ).

A ustedes les tocaron las matanzas de estudiantes y campesinos, páginas de la historia convertidas en mitos. Imágenes que ahora son símbolos, monolitos de la memoria ( ¡no se olvida! )
A nosotros nos han tocado los asesinatos a gran escala. La muerte producida en serie. Las gráficas de asesinatos en ascenso. La tragedia que se reduce a estadística. Sólo números, puros signos vacíos de sentido. Cada muerte que va perdiéndose en el olvido, sin remedio.

¿ Qué es peor ? o ¿ acaso las dos etapas forman una continuidad fatal y finalmente son parte de lo mismo? ¿ la segunda heredó la genética de la primera ?, ¿ es el Estado fallido un hijo del Estado autoritario?

Estamos a tiempo de hacernos las preguntas. Porque no hacerlas probablemente nos condene a desear que ese pasado regrese. Suponer que en ello está el antídoto a nuestro desafortunado presente es una conclusión demasiado apresurada y con seguridad nos equivocaremos.


Nunca olvido una mañana de 1988, cuando, siendo mi hermano y yo muy jóvenes nos hablaste del fraude electoral que estaba ocurriendo. Expresaste tu deseo de llevarnos a protestar al Zócalo junto con los candidatos Cárdenas y Clouthier ante el robo inminente de las elecciones organizadas por el PRI. Nunca olvido tus palabras de ese día, tu indignación. Con ellas nos decías que a pesar del oprobio, a pesar de la inmensa maquinaria que movía los hilos del poder, a pesar de nuestra impotencia, teníamos la libertad de pensar que las cosas debían ser distintas.

Así como tú nos heredaste el derecho a pensar diferente, es nuestra obligación hacer lo mismo con nuestros contemporáneos y con las generaciones que vienen.

No aceptamos la violencia ni el engaño.
No queremos el servilismo ni el autoritarismo que tuvimos en el pasado.
No a la indiferencia ni la resignación que muchos jóvenes sienten en el presente.
No estamos de acuerdo. Sí nos importa.

Gracias por dejarnos tu mejor legado: la conciencia.

Tu hijo que te quiere,

Pedro Colchado