Sunday, December 21, 2008

Palabras y frases que el mexicano no debería usar.

por Pedro Colchado ( suceptibilidades heridas son responsabilidad del autor )




ahorita. Diminutivo de ahora, palabra que significa en este momento, a esta hora, en el tiempo presente. Sin embargo, el mexicano al usarla en diminutivo logra aquello que ni la ficción de Borges ni los más notables físicos experimentales han conseguido satisfactoriamente: extender el tiempo presente casi hasta la eternidad. Aquél a quien se le dice ahorita te atiendo, tendrá que contar con un alto grado de paciencia para presenciar semejante milagro cósmico del lenguaje.

como México no hay dos. Afirmación supuestamente nacionalista que pretende resaltar la singularidad del país. Propone en forma tácita suprimir su diversidad hacia el interior. Eso que llamamos México por convención reduccionista es en realidad un territorio de múltiples culturas que rebasan sus fronteras. Basta con observar, por ejemplo, a las similitudes existentes entre los indígenas pápagos de Sonora y los pimas de Arizona; así como las semejanzas entre los tzotziles de Chiapas y los Quichés de Guatemala, grupos pertenecientes a las mismas familias etnolingüísticas pero políticamente divididos en diferentes naciones. Cabe aquí la frase de Albert Camus: “ Amo demasiado a mi país para ser nacionalista”

¿ cómo nos arreglamos ? Pregunta comúnmente utilizada en diversas transacciones como una invitación a proceder por la vía rápida pero poco ética de la corrupción. Es equivalente a ¿ cuánto cuesta el soborno ?

los españoles nos conquistaron. Oración en tiempo pasado referida a personas del tiempo presente. Cuando la conquista de México-Tenochtitlan ocurrió ninguno de los actuales mexicanos había nacido todavía, por lo tanto la afirmación es falsa. La frase suprime el mestizaje del cuál el mexicano es fruto, lo deja en orfandad y denota un absurdo resentimiento.

mande / mande usted. Respuesta al llamado de una persona o solicitud hecha al interlocutor para repetir algo antes dicho. Derivado del verbo mandar que manifiesta estar a la espera de las órdenes del otro, siendo una herencia del lenguaje antes utilizado entre el amo y el esclavo.

mañana. En estricto sentido es el día que seguirá al día de hoy. Sin embargo, para el mexicano, mañana puede ser cualquier día después del día de hoy, con un alto riesgo de convertirse en sinónimo de nunca. Esta palabra podrá seguirse utilizando siempre y cuando el mexicano aplique su significado correctamente.

más sin en cambio. Expresión de sintaxis incorrecta frecuentemente utilizada en sustitución de la breve y apropiada sin embargo.

no le sé decir / no sabría decirle. Respuestas que expresan desconocimiento, generalmente utilizadas con cierta vergüenza al demostrar ignorancia. Al mexicano en general le representa un esfuerzo sobrehumano decir simplemente no sé.

para servirle a usted. Respuesta al agradecimiento de alguien. Si bien el acto de ayudar o brindar un servicio es de gran valor, el sentido peyorativo de la servidumbre es un lastre psicológico del mexicano. Por otro lado, servirle a alguien en sentido textual implica ser reducido a un objeto de uso. En contraste con esta expresión, en Colombia por ejemplo, la respuesta con mucho gusto es de un notable contenido humano que no afecta a la dignidad del servidor y al contrario, la enaltece.

ratito. Diminutivo de rato, palabra que se refiere a un espacio de tiempo generalmente corto. En estricto sentido, su uso en diminutivo debería referirse a un espacio de tiempo brevísimo. Sin embargo, en la práctica para el mexicano un ratito es un espacio de tiempo indefinido que tiende al infinito.

se. Forma reflexiva del pronombre personal de tercera persona utilizado principalmente para evadir responsabilidades. Por ejemplo, es común decir se rompió, se descompuso, se embarazó, en vez de decir ustedes lo rompieron, tú lo descompusiste o yo la embaracé.

señorita. Diminutivo de señora utilizado para indicar atributos tales como virginidad o juventud, siendo el primero de ellos una ofensa para las mujeres de edad madura y el segundo un elogio hacia las mismas. La paradoja de sus interpretaciones y un alto sentido de prudencia invitan al mexicano a utilizar la expresión seño.

sí se puede. Afirmación supuestamente nacionalista originada probablemente en el ámbito del fútbol. Se expresa al descubrir con sorpresa y entusiasmo que el mexicano es tan capaz como otros para cumplir con éxito una tarea. Pretende funcionar como un fácil y trivial antídoto psicológico contra los complejos de inferioridad.

tu pobre casa. Frase sujeta comúnmente a confusiones utilizada en forma de cortesía para hacer referencia a la casa de quien usa esta expresión. Derivada de mi casa es tu casa, pero de gran complejidad al querer decir que : 1. La casa a la que se hace referencia es la casa de quien dice la frase, 2. Utilizar el pronombre posesivo tu es una forma de cortesía que comprarte la propiedad de la casa con el interlocutor, 3. El adjetivo pobre no resalta la pobreza de quien recibe la cortesía, sino del que pronuncia la frase. A fin de cuentas, las buenas intenciones del mexicano por ser amable y mostrar humildad corren el riesgo de terminar en un lamentable malentendido.

ya Dios dirá. Expresión que denota incertidumbre hacia el porvenir, que si bien es un estado universal de la condición humana en algunos casos pretende dejar en manos del Dios Padre las futuras responsabilidades de los mexicanos.

Thursday, December 4, 2008

Sobre la lectura

Leer para ser culto es la ecuación arrogante impuesta por una sociedad esnobista y propia de un país con concepciones equivocadas de lo humano.
El fin primero y último de la lectura debe ser la búsqueda de placer. El placer es connatural a todos los seres y tiene más cercanía con el instinto que con la razón.
En ese sentido, el placer por la lectura y por otras manifestaciones artísticas es más cercano a lo dionisíaco que a lo apolíneo.
El grado de atraso en nuestra sociedad con respecto a la concepción de cultura es tal que aquellas minorías que gustan de leer y escribir son consideradas como “intelectuales”, o “ gente de alta cultura”, cuando en realidad las actividades relacionadas con la lectura son tan elementales que las aprendemos desde los primeros años de escuela.

Luz y asombro.




Mi sombra, eclipse humano.
Lo que no soy, pero que me define.
Rasgo de mí que no me pertenece.

Mortal al frente





A Benito Navarro, lejano en parentesco y cercano en mi memoria.

Mi cansancio es vencido en otra batalla de la noche. Es otro despertar más, otro regreso anticipado del viaje eterno, postergado en forma temporal. Tengo aún frescos los recuerdos del sueño. En él, la yegua de la noche galopó a mi alrededor, amarrada con una cuerda a mi cuerpo y avanzando cada vez con mayor velocidad, asfixiándome hasta sentir que mis vísceras salían por los orificios nasales, por mis oídos y por mi boca. De repente, la punta de la cuerda se transformó en la cabeza de una inmensa serpiente dispuesta a morderme la garganta.

Imagino mi rostro en el mármol de Laoconte.

Las fauces del dragón emitían mil voces en un coro infernal, y entre ellas reconocí al grito doloroso de mis hermanos. Abro los ojos a la realidad, o a lo que supongo es este mundo, y recuerdo todo al ver el caos en mi cama. Al descubrirme abrazando amorosamente al espacio vacío entre mis sábanas sospecho estar vivo todavía. No tengo más dudas: es otro amanecer en esta Tierra.

Desde hace varios años el ritual de descanso dejó de ser un momento de alivio. Ahora dormir es morir en dosis pequeñas. Cada vez que trato de conciliar el sueño, siento como si realizara un macabro ensayo del último día.

Se que es la hora de seguir el canon que marca la rutina: levantarse, vencer la resistencia del cuerpo, dejar que entre la luz y el aire por la pequeña ventana del sótano que habito, bañarme, peinarme, vestirme, comer algo, lo que sea. Hacer todas las cosas en cuya búsqueda de sentido claudicaría un hombre en el crepúsculo de su vida.

Finalmente al levantarme me saluda una más de las punzantes caricias de alfiler que frecuentan al territorio de mi cuerpo. Con un movimiento calculado por la costumbre evito tropezar con las viejas sandalias de Carmen que permanecen intactas al lado de mi cama desde hace no se cuántos años, trato de no llevar la cuenta.

Puedo perder la memoria, espero no perder el olvido.

Toco el piso con estos venosos pies semejantes a las raíces descubiertas de los sabinos. Levanto la mirada, y en el gran espejo frente a mí descubro el rastro de un soldado ahora ausente. Su semblante es un eco de los sentidos aún aturdidos por los días en campaña: mirada salpicada de sangre, olor a carne viva, estruendo de escandalosa artillería, llanto de madres levantando a sus hijos destrozados por el martillo de las ideologías.

¿ Qué más ha dejado la sangre de esos días ? Sólo algunas narraciones de los vencedores. El trofeo de la victoria, a fin de cuentas, no es más que un puñado de historias que pueden contarse. Sólo eso. Por lo demás, la derrota y sus pérdidas arrastran a vencedores y a vencidos por igual.

Escucho risas. Al pie de aquel espejo me miran las caras impresas en las fotografías familiares, sonrientes como pequeños diablillos del tiempo.
¿ Es ésta la edad en que la supervivencia deja de ser un privilegio para convertirse en una carga ?, ¿ o todo esto es debido a mi condición de héroe apátrida ? Las medallas que poseo nada significan en este país al que no pertenecen mis victorias. Pero me pregunto si significarían algo mis triunfos de haber continuado a las órdenes de Villa, en vez de irme a la Gran Guerra. Dejé a la División del Centauro sin imaginar que terminaría a las órdenes de Pershing. Ironía, condimento agridulce del destino. Las risas que escuchaba se convierten ahora en carcajadas.

Volteo a ver de nuevo a las fotografías, que siguen igual que antes. Los ruidos provienen de la pequeña ventana. Dos niñas me miran desde afuera y con sus voces comparten risas y palabras en secreta complicidad. Mis sobrinas nietas me miran como quien ve a su pasado sin observarlo y después se van sin detenerse más. No está permitido por sus padres acercarse al viejo loco al que la guerra le ha robado la cordura. Después de todo su indiferencia es un eco familiar de una revolución que ha terminado fragmentada entre clases. Ni los ricos, ni los “jodidos”, ni los viejos se miran a los ojos entre sí.

Si algo tenemos en común ahora, es nuestro individualismo.

En este cuarto estrecho encuentro al fin un refugio: la mesa en la que escribo todas estas notas. Ahora que sólo soy memoria, la tinta es el néctar de una supervivencia posible. Miro las paredes y descubro un ejército organizado de hormigas que me ignora. No saben a dónde van, su función sobrepasa al entendimiento. La condición humana también se compone de impulsos vitales sin sentido aparente. Sea este acto de memoria uno más de ellos.