Tuesday, January 5, 2010

La imaginación simbólica o el paraíso recuperado.



El hombre ha inventado el poder de las cosas ausentes,

por lo que se volvió poderoso y miserable;

pero sólo por ellas es hombre.
Paul Valéry



La humanidad es conocedora de su destino inevitable desde que abrió los ojos por vez primera. Nuestra existencia ha estado marcada esencialmente por la conciencia del paso del tiempo y de sus efectos, en especial del más definitivo de ellos: la muerte. No es una exageración decir que en ese conocimiento primigenio de la muerte se encuentra el origen de lo humano, y de toda forma de cultura. Sobre nuestra fragilidad y finitud sabemos más que cualquier otra especie . Todos somos Hamlet, protagonizando la tragedia de la inteligencia en forma irremediable. La escena del Príncipe de Dinamarca que mira de frente a un cráneo es el retrato mismo de la condición humana.

La imagen del paraíso perdido también nos da fe de esta circunstancia vital. La expulsión del Edén es el mito que representa ese momento decisivo del hombre dando el paso desde la naturaleza hacia la cultura. El hombre desnudo, en algún momento de la historia humana se sabe distinto de los demás animales y es sorprendido por los ciclos del nacimiento y la muerte. Busca la ropa para cubrirse de esa desnudez que lo aterra, pudor que representa el enfrentamiento con sus límites. El mito de Adán y Eva y su expulsión del paraíso es la respuesta humana ante la trágica diferencia entre los hombres y el resto de los seres. El homo sapiens, “hombre capaz de conocer”, es el receptor del conocimiento que lo define: la certeza de que va a morir. Es ésta la única de las preguntas fundamentales a las que puede responder, desconociendo por otro lado su propósito en el Universo.

Es entonces este conocimiento primordial el que ha llevado al hombre al desarrollo de su pensamiento y a la acción creadora. Borges lo explica magistralmente a través de aquel relato fantástico titulado El Inmortal. En él se describe la llegada de un viajero a la Ciudad de los Inmortales. Al llegar se encuentra con sus habitantes, hombres reducidos a una condición de bestias que carecen del habla. La ciudad aparece como una urbe caótica y sin sentido, una ciudad “ tan horrible que su mera existencia y perduración contamina el pasado y el porvenir”. Uno de los habitantes de aquella ciudad intentaba sin éxito escribir algunos signos, que borraba en cuanto avanzaba en su escritura. La inmortalidad ha eliminado cualquier sentido en las acciones de esos seres, y ha eliminado también toda posibilidad de un lenguaje congruente. Su obra, una ciudad laberíntica, carece de toda estética y contamina el espíritu de quien la recorre. Borges nos lleva a la conclusión de que la muerte, por el contrario, da sentido a cada acto ante la posibilidad de ser el último.

Pero, ¿ cuál es la respuesta del hombre frente a la extinción de la vida ?, ¿ cómo ha logrado su psique sobrevivir durante milenios con tan pesada carga ? Si la herida producida por el tiempo no puede sanar, ¿cómo sobrellevar el dolor humano ?

Las teorías desarrolladas por Gilbert Durand sobre el estudio de la imaginación simbólica pretenden explicar los elementos psicológicos que permitieron semejante supervivencia. La imaginación es descrita como una cualidad humana esencial, propia sólo de su especie, cuya función es equilibrar biológica, psíquica y sociológicamente al ser humano y su interacción con la realidad. La realidad supera las capacidades del intelecto humano, pues es imposible entenderla y captarla en su totalidad. Sin embargo, el hombre ha encontrado la manera de sintetizar el entorno para hacerlo más familiar e intentar reducir las fronteras de la extrañeza. Esta manera es la imaginación simbólica.

Siguiendo a Durand “la función de la imaginación es ante todo una función de eufemización, aunque no es un mero opio negativo, máscara con que la conciencia oculta el rostro horrendo de la muerte, sino, por el contrario, dinamismo prospectivo que, a través de todas las estructuras del proyecto imaginario, procura mejorar la situación del hombre en el mundo”

Eufemizar es en este caso la utilización de símbolos que permiten sustituir una visión directa de la realidad para atenuar sus efectos negativos en el equilibrio vital. Por mencionar un ejemplo sencillo, decir que la muerte es una forma de descanso permanente es una manera de eufemización que destruye el concepto oscuro que el final de la vida puede tener.

De esta forma, los símbolos creados por la imaginación aparecen en primera instancia como herramientas para restablecer el equilibrio, mismo que se pone en riesgo ante la idea de la muerte.

Como nos recuerda Durand, ya en los planteamientos del filósofo Henri Bergson aparecen argumentos en favor de la imaginación como elemento vial. La fabulación de símbolos, mitos y poesía son producto de este proceso. La fabulación es entonces una “reacción de la naturaleza contra el poder disolvente de la inteligencia” Y la imaginación es “ una reacción defensiva de la naturaleza contra la representación, por parte de la inteligencia, de la inevitablidad de la muerte” En esta definición, Bergson pone a la imaginación como un elemento instintivo y por lo tanto fundamental para adaptarse a la realidad.

En los albores de la humanidad, el desarrollo de la imaginación permitió la fabulación de símbolos, mitos y ritos para el sustento del mencionado equilibrio del mundo interior con respecto al entorno al cuál los seres humanos estaban sometidos. Sin embargo, ¿ siempre ha sido así ?, ¿ por qué percibimos que “lo imaginario “ es poco apreciado por un mundo que ha pretendido ser racional en los últimos siglos ? De la misma forma como el mito es frecuentemente asociado con la mentira, también encontramos que lo imaginario se considera como opuesto a lo real, degradando su valor e importancia. ¿ Cuál ha sido el resultado de esa devaluación del imaginario ? Basta con leer los periódicos del día para notarlo.

Pensemos por un momento en los entierros que se realizan en nuestro “civilizado” mundo contemporáneo para entender hasta dónde se ha desvanecido el simbolismo. La sepultura es un rito carente de significados más allá de los afectivos, es desgarradura total y terrible. El entierro ha dejado de ser el ritual en el que el hierofante o intermediario sagrado devuelve el cuerpo humano a la madre Tierra depositándolo en su vientre, cerrando el ciclo natural que se originó con el nacimiento. Ahora sólo nos ha quedado un ritual vacío en donde sólo el sonido de la tierra golpeando el féretro irrumpe con el silencio doloroso de los que se quedan. No vemos símbolos, sólo acciones de rutina a manos de hombres desconocidos que con palas y picos excavan, depositan, y entierran; para seguir así con el siguiente en turno. Cassirer y Jung advirtieron que la enfermedad mental se caracteriza por una pérdida de la función simbólica. ¿ Es éste el diagnóstico adecuado para nuestra sociedad contemporánea ?

La recuperación de la imaginación simbólica representa una tarea urgente. Es el retorno al jardín del Edén que el hombre ha inventado para sí mismo. En él puede pisar libre de temores la húmeda tierra y sumergirse en el pantano. Puede escuchar el estruendo del relámpago y observar el vertiginoso aleteo del colibrí. Puede enfrentar al tiempo y a la muerte, y sentarse a escuchar una sinfonía que crea su propio tiempo para hacer del instante un espacio eterno.

1 comment:

Gustavo said...

Profundo. Me quedo pensando en todos los símbolos que hemos aniquilado con "la razón". ¿Podríamos decir que la generación de conocimiento científico utiliza a la razón para reemplazar algunos símbolos por otros "consistentes"?